La marcha en vacaciones

20:09



Hace varias semanas la comunidad de la Universidad Veracruzana (UV) marchó por la solución de un problema urgente, un atropello que se está cometiendo en contra de la UV y un robo consumado, el cual no sólo debe ser señalado, sino castigado. Aquel día lluvioso salí a las calles seguro de que las convicciones no se disipan con la misma facilidad que un mitin. Por eso me atrevo a preguntar, ¿qué ha cambiado en nosotros después de la marcha?, y lo más importante –porque toda movilización requiere de un sentido–, ¿sabemos qué es lo que sigue? Ante la resolución del conflicto (de manera negativa o positiva), ¿cuál será nuestra reacción? Es decir, si se realiza el pago correspondiente, ¿festejaremos un “triunfo” y seguiremos actuando solo ante las emergencias? Si no hay pago, ¿organizaremos otras marchas, plantones, toma de instalaciones o diremos cabizbajos: “se hizo lo que se pudo”? Porque no es dinero lo que está en juego realmente, lo que está comprometida es nuestra posición como ciudadanos.
Esta movilización es la oportunidad para ver más allá del hoy, planear a largo plazo y no preocuparse únicamente por la urgencia. Ojalá que esta agitación no sea un símil de la serie mexicana de películas La risa en vacaciones, en la cual se hacen bromas a vacacionistas y se despliega una cuidadosa red de cámaras escondidas en puntos estratégicos; todo con el afán de que la broma sea creíble. El espectador, vale la pena decirlo, ríe instintivamente a pesar de que sospecha que todo puede ser un burdo engaño.
¿Qué queda entonces? Ver más allá, cotejar y aceptar el fracaso o el triunfo, no para cruzarse de brazos, sino para empezar a construir hoy, desde las bases de la sociedad, un futuro en el cual no se tenga que salir a marchar para pedir lo que es justo. Dejemos de esperar que las soluciones vengan únicamente “de arriba”, dejemos de sustentar ese sistema vertical, que por vertical resulta opresor.
Conocer la Ley Orgánica y demás legislación universitaria”, esto está marcado entre los derechos y las obligaciones establecidos en el estatuto de los alumnos de la UV. Interesarse por conocer los reglamentos, la organización, el marco jurídico, el plan de trabajo, la historia, la matrícula, etc., de la UV sería un paso para evitar ser parte del engaño. Saber cuánto se invierte en cada alumno que ocupa un aula podría ser de mayor provecho que serigrafiar playeras con la leyenda “#yosoyUV” o compartir videos en Facebook.
Porque, ¿qué queda hoy de esa emoción del Va, pensiero entonado en el corazón de Xalapa? ¿Qué quedará de aquellos potentes gritos dentro de dos o tres meses? Por supuesto que no es posible vivir sin un poco de emoción, pero este ímpetu no puede quedarse en una catarsis, debe ser el impulso para dar paso a las ideas y a las acciones. Ha pasado el tiempo y de todas las propuestas que se idearon, ¿sabemos cuáles se están llevando a cabo?, ¿cuáles son sus alcances?, ¿qué haremos para que las acciones e ideas en curso puedan repercutir más allá de un ciclo electoral? Vivir la efervescencia es emocionante, vivir en las acciones requiere de algo más que solo vehemencia.
No hay que temer la autocrítica. Tampoco permitir que esta sea pretexto para la inacción. Sí, es preciso detenerse y mirar hacia atrás, pero no para convertirnos en estatuas de sal en medio de una tierra estéril, añorando tiempos pasados, sino para saber de dónde se parte y tomar rumbo, de qué horror se huye y hacia qué futuro se avanza. Ya no es válido petrificarse ante la mirada de la Medusa, por encontrar nuestro reflejo en sus pupilas. Es preciso encararla y derramar su sangre para que de ésta nazca el Pegaso y surjan los caminos.
Independientemente del resultado de este conflicto es necesario que los alumnos nos interesemos más en los asuntos de la universidad, desde el salón de clases hasta las decisiones de la rectoría, pasando por los consejos técnicos de cada entidad académica. Después de marchar ya no podemos ser alumnos pasivos a la espera de que las soluciones lleguen por sí solas, es preciso dudar, preguntar, buscar y exigir respuestas, ser incisivos y plantear soluciones. Cada quién sabrá cómo hacerlo. Ya no podemos evadir la responsabilidad de nuestra educación, la cual no solo afectará nuestro futuro, sino el porvenir de todos aquellos que nos rodean.

Todavía tengo la esperanza de que marchamos para exigir cambios que empezarán por nosotros, y que no salimos a las calles solo para olvidar que somos parte de una broma mal actuada.

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