Hace
varias semanas la comunidad de la Universidad Veracruzana (UV) marchó
por la solución de un problema urgente, un atropello que se está
cometiendo en contra de la UV y un robo consumado, el cual no sólo
debe ser señalado, sino castigado. Aquel dÃa lluvioso salà a las
calles seguro de que las convicciones no se disipan con la misma
facilidad que un mitin. Por eso me atrevo a preguntar, ¿qué ha
cambiado en nosotros después de la marcha?, y lo más importante
–porque toda movilización requiere de un sentido–, ¿sabemos qué
es lo que sigue? Ante la resolución del conflicto (de manera
negativa o positiva), ¿cuál será nuestra reacción? Es decir, si
se realiza el pago correspondiente, ¿festejaremos un “triunfo” y
seguiremos actuando solo ante las emergencias? Si no hay pago,
¿organizaremos otras marchas, plantones, toma de instalaciones o
diremos cabizbajos: “se hizo lo que se pudo”? Porque no es dinero
lo que está en juego realmente, lo que está comprometida es nuestra
posición como ciudadanos.
Esta
movilización es la oportunidad para ver más allá del hoy, planear
a largo plazo y no preocuparse únicamente por la urgencia. Ojalá
que esta agitación no sea un sÃmil de la serie mexicana de
pelÃculas La risa en vacaciones,
en la cual se hacen bromas a vacacionistas y se despliega una
cuidadosa red de cámaras escondidas en puntos estratégicos; todo
con el afán de que la broma sea creÃble. El espectador, vale la
pena decirlo, rÃe instintivamente a pesar de que sospecha que todo
puede ser un burdo engaño.
¿Qué
queda entonces? Ver más allá, cotejar y aceptar el fracaso o el
triunfo, no para cruzarse de brazos, sino para empezar a construir
hoy, desde las bases de la sociedad, un futuro en el cual no se tenga
que salir a marchar para pedir lo que es justo. Dejemos de esperar
que las soluciones vengan únicamente “de arriba”, dejemos de
sustentar ese sistema vertical, que por vertical resulta opresor.
“Conocer
la Ley Orgánica y demás legislación universitaria”, esto está
marcado entre los derechos y las obligaciones establecidos en el
estatuto de los alumnos de la UV. Interesarse por conocer los
reglamentos, la organización, el marco jurÃdico, el plan de
trabajo, la historia, la matrÃcula, etc., de la UV serÃa un paso
para evitar ser parte del engaño. Saber cuánto se invierte en cada
alumno que ocupa un aula podrÃa ser de mayor provecho que
serigrafiar playeras con la leyenda “#yosoyUV” o compartir videos
en Facebook.
Porque,
¿qué queda hoy de esa emoción del Va, pensiero
entonado en el corazón de Xalapa? ¿Qué quedará de aquellos
potentes gritos dentro de dos o tres meses? Por supuesto que no es
posible vivir sin un poco de emoción, pero este Ãmpetu no puede
quedarse en una catarsis, debe ser el impulso para dar paso a las
ideas y a las acciones. Ha pasado el tiempo y de todas las propuestas
que se idearon, ¿sabemos cuáles se están llevando a cabo?, ¿cuáles
son sus alcances?, ¿qué haremos para que las acciones e ideas en
curso puedan repercutir más allá de un ciclo electoral? Vivir la
efervescencia es emocionante, vivir en las acciones requiere de algo
más que solo vehemencia.
No
hay que temer la autocrÃtica. Tampoco permitir que esta sea pretexto
para la inacción. SÃ, es preciso detenerse y mirar hacia atrás,
pero no para convertirnos en estatuas de sal en medio de una tierra
estéril, añorando tiempos pasados, sino para saber de dónde se
parte y tomar rumbo, de qué horror se huye y hacia qué futuro se
avanza. Ya no es válido petrificarse ante la mirada de la Medusa,
por encontrar nuestro reflejo en sus pupilas. Es preciso encararla y
derramar su sangre para que de ésta nazca el Pegaso y surjan los
caminos.
Independientemente
del resultado de este conflicto es necesario que los alumnos nos
interesemos más en los asuntos de la universidad, desde el salón de
clases hasta las decisiones de la rectorÃa, pasando por los consejos
técnicos de cada entidad académica. Después de marchar ya no
podemos ser alumnos pasivos a la espera de que las soluciones lleguen
por sà solas, es preciso dudar, preguntar, buscar y exigir
respuestas, ser incisivos y plantear soluciones. Cada quién sabrá
cómo hacerlo. Ya no podemos evadir la responsabilidad de nuestra
educación, la cual no solo afectará nuestro futuro, sino el
porvenir de todos aquellos que nos rodean.
TodavÃa
tengo la esperanza de que marchamos para exigir cambios que empezarán
por nosotros, y que no salimos a las calles solo para olvidar que
somos parte de una broma mal actuada.